La obesidad infantil es uno de los principales problemas de salud pública a nivel mundial. Según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que más de 38 millones de niños menores de cinco años tienen sobrepeso u obesidad. Aunque algunas condiciones genéticas pueden predisponer a ciertos niños a ganar peso, en la mayoría de los casos, la obesidad infantil está vinculada a malos hábitos alimenticios y estilos de vida sedentarios que pueden ser corregidos con la orientación adecuada.
La educación nutricional y el ejercicio: pilares fundamentales
Los hábitos familiares tienen una influencia directa en el desarrollo de la obesidad infantil. Acciones como comer frente al televisor, no regular las porciones de comida o premiar con alimentos altos en azúcares y grasas pueden generar patrones poco saludables que los niños mantendrán en el tiempo. Para prevenir la obesidad infantil, los padres deben enfocarse en:
Fomentar hábitos alimenticios saludables
Ofrecer una dieta equilibrada basada en alimentos frescos, como frutas, verduras, granos integrales, proteínas magras y lácteos bajos en grasa.
Evitar productos ultraprocesados, bebidas azucaradas y snacks altos en calorías.
Mantener horarios regulares para las comidas y limitar las ingestas entre horas.
Promover la actividad física
Los niños deben realizar al menos 60 minutos diarios de actividad moderada a vigorosa, según recomendaciones de organismos como la Academia Americana de Pediatría (AAP). Deportes como fútbol, natación o incluso juegos al aire libre pueden ser excelentes opciones.
Reducir el tiempo sedentario, especialmente el dedicado a pantallas (televisión, videojuegos, dispositivos móviles).
Evitar el uso de la comida como escape emocional
Es crucial enseñar a los niños a reconocer y gestionar sus emociones de manera saludable sin recurrir a la comida como una fuente de consuelo
Buscar ayuda profesional si es necesario
Los padres pueden consultar a pediatras, nutricionistas o psicólogos especializados para diseñar un plan personalizado que aborde las necesidades específicas del niño. Este plan debe incluir metas realistas y fomentar una pérdida de peso paulatina.
Alimentos ultraprocesados
Es importante destacar que los dulces, snacks y bebidas azucaradas carecen de valor nutricional significativo y contribuyen al exceso de calorías diarias. La reducción de estos productos en la dieta infantil no solo mejora el peso, sino que también previene problemas asociados como la diabetes tipo 2, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares. Además, los alimentos ultraprocesados suelen contener aditivos, colorantes y altos niveles de sodio, lo que también puede generar problemas de salud a largo plazo, incluyendo hábitos alimenticios difíciles de corregir en la adultez. Fomentar el consumo de alternativas naturales como frutas frescas o frutos secos sin sal es una excelente estrategia para combatir este problema.
Impacto de la falta de sueño en la obesidad infantil
El sueño insuficiente también juega un papel clave en el desarrollo de la obesidad infantil. Estudios recientes han encontrado que los niños que duermen menos de las horas recomendadas tienen un mayor riesgo de desarrollar sobrepeso. La privación de sueño afecta los niveles hormonales, particularmente la leptina y la grelina, que regulan el apetito. Esto puede llevar a un aumento en la ingesta de alimentos poco saludables y una reducción en la actividad física. Los padres deben asegurarse de que sus hijos duerman entre 9 y 12 horas por noche, dependiendo de su edad, y establecer rutinas consistentes para la hora de acostarse.
El papel de las escuelas en la prevención
Las escuelas también desempeñan un rol crucial en la prevención de la obesidad infantil. Implementar programas educativos que promuevan la alimentación saludable y la actividad física regular puede marcar una gran diferencia. Algunos ejemplos incluyen ofrecer opciones de almuerzos escolares más saludables, incluir clases de cocina nutritiva y garantizar que las clases de educación física sean obligatorias y diversas. Además, iniciativas como huertos escolares permiten que los niños aprendan sobre la importancia de los alimentos frescos y locales, incentivando su consumo desde edades tempranas.
El papel de los padres como modelo
La conducta alimentaria de los padres influye directamente en los hábitos de los niños. Estudios recientes han demostrado que el 40% de los niños con un progenitor obeso también lo serán, cifra que asciende al 80% si ambos padres padecen obesidad. Es crucial que los adultos se conviertan en modelos positivos, adoptando ellos mismos una alimentación equilibrada y practicando ejercicio regular.
Saber más
El abordaje de la obesidad infantil requiere una visión integral que contemple no sólo los hábitos alimenticios, sino también aspectos psicológicos y sociales. Programas educativos en escuelas y comunidades han demostrado ser efectivos para inculcar hábitos saludables desde edades tempranas. Por ejemplo, iniciativas como “5 al día”, que promueven el consumo de frutas y verduras, son estrategias sencillas y de impacto positivo. La colaboración entre familias, escuelas y sistemas de salud es clave para garantizar un entorno que favorezca estilos de vida saludables.
Dª. Trinidad Aparicio Pérez, Psicóloga, Especialista en Infancia y Adolescencia
Revisado por María Gabriela Sagastume Rodríguez, Estudiante de Nutrición Clínica, Universidad Mariano Gálvez de Guatemala. Fundación Iberoamericana de Nutrición. Diciembre, 2024.
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