La nutrición materna es un factor clave que influye en la salud tanto de las madres como de sus hijos. El estado nutricional y de salud de la madre durante los primeros 1000 días de vida del niño, desde la concepción hasta el segundo año de vida, puede ser excepcionalmente importante para garantizar un crecimiento y un desarrollo físico, social y psicomotor óptimos, así como la salud a lo largo de toda la vida.

Entre los nutrientes de los alimentos de consumo habitual que son especialmente importantes durante este periodo inicial de rápido desarrollo se encuentran las proteínas, los Ácidos Grasos Poliinsaturados de Cadena Larga (LC-PUFAs) (Omega 3 y Omega 6), el zinc, el cobre, el yodo, el hierro, el folato y la colina. Los LC-PUFAS, como los Omega 3, desempeñan funciones muy importantes en la gestación, lactación y la infancia, son constituyentes de los fosfolípidos de las membranas celulares y forman parte de las estructuras neurales.

Los LC-PUFAs, producidos endógenamente (producido en el interior del organismo) o consumidos de la dieta, son esenciales para la mielinización y el desarrollo de la visión durante el periodo perinatal (periodo que abarca desde las 22 semanas de gestación hasta el término de las primeras 4 semanas de vida neonatal). Así pues, los Omega-3 deben representar en este período de tiempo hasta un 2% de la energía total de la dieta, el doble que en mujeres en estado normal.

El máximo crecimiento del cerebro humano se produce desde el inicio del tercer trimestre de vida intrauterina hasta 18 meses después del nacimiento; durante este periodo, la concentración de DHA aumenta significativamente de 900 µg/g a 3,000 µg/g. Por lo tanto, se destaca la necesidad de un aporte adecuado de Omega-3 durante este periodo, con el fin de garantizar un crecimiento y un desarrollo visual y neurológico normales.

Otro beneficio asociado al suplemento de Omega-3 es la prevención de los partos prematuros. Además, se ha descrito que los Omega-3 tienen efectos beneficiosos en mujeres con diabetes gestacional, que también se extienden al feto. El abordaje adecuado de la diabetes gestacional, en asociación con la suplementación con Omega-3, puede mejorar las funciones metabólicas e inmunitarias, y disminuir el riesgo de partos prematuros y la probabilidad de desarrollar preeclampsia y complicaciones neonatales e infantiles a largo plazo.

Además, estudios epidemiológicos demuestran que las mujeres embarazadas que consumen una dieta rica en Omega-3 tienen un riesgo 2,6 veces menor de desarrollar hipertensión. Los Omega-3 reducen hasta 2,6 veces el riesgo de hipertensión asociada al embarazo, mejoran las funciones posturales, motoras y sociales de los bebés prematuros y tienen un efecto positivo en el desarrollo mental del recién nacido de bajo peso.

Por el contrario, se sabe que la deficiencia de ácidos grasos esenciales condiciona una alta mortalidad perinatal y puede provocar serias alteraciones en humanos tales como, alteraciones del crecimiento, cambios en el comportamiento y en el aprendizaje y disminución de la agudeza visual.

Consumo diario recomendado de ácidos grasos Omega 3 durante el embarazo.

En muchos casos, el aporte de una dieta rica en pescado no es suficiente para asegurar una ingesta adecuada de estos Omega-3. Como consecuencia, en muchas ocasiones puede ser necesaria la suplementación.

El consumo recomendado de Omega-3 en mujeres embarazadas es de al menos 200 mg/diarios, «puesto que el feto capta entre 50 y 60 mg/d de este tipo de ácidos durante el tercer trimestre», ya que «en algunos estudios se han relacionado las bajas concentraciones de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga con una gestación más corta y menores perímetros cefálicos en recién nacidos», explica el Profesor Ángel Gil, catedrático de Bioquímica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada y coordinador del Libro Blanco de los Omega-3.

Las necesidades de estos ácidos grasos se incrementan durante estos periodos puesto que son fases de crecimiento y desarrollo del tejido celular. En consecuencia, las necesidades de ácidos grasos esenciales de la mujer embarazada y del feto, así como de los niños lactantes, son muy elevadas. «Especialmente durante el tercer trimestre de gestación donde los requerimientos fetales son muy altos debido al crecimiento del tejido nervioso y al desarrollo y diferenciación de las neuronas», comenta el Profesor Gil.

Durante el último trimestre se produce una acumulación de ácidos grasos poliinsaturados en los tejidos fetales, muy especialmente en los del sistema nervioso central, que continúa en el periodo postnatal. Durante la lactancia, la madre pierde 70-80 mg de DHA en la leche, además de las cantidades utilizadas para satisfacer sus propias demandas de estos ácidos grasos.

La suplementación con Omega-3 antes, durante y después del embarazo se relaciona con numerosos beneficios maternos, fetales e infantiles en relación con la capacidad reproductiva de la mujer y la funcionalidad cognitiva de su descendencia. 

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Hay estructuras especializadas del tejido nervioso que contienen muchos ácidos grasos Omega-3, como por ejemplo la retina cuyas células contienen un 60% de DHA, un ácido graso Omega-3 de cadena muy larga, que se forman principalmente en el tercer trimestre del embarazo y también durante el primer año de vida, por eso es tan importante el consumo de Omega-3.

Revisado por Dra. Casandra Madrigal. Nutricionista-Dietista, Doctora en Nutrición y Ciencia de los alimentos. Fundación Iberoamericana de Nutrición-FINUT. Febrero, 2025.

Referencias

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