Las bebidas alcohólicas son aquellas que contienen etanol, una sustancia psicoactiva obtenida principalmente mediante la fermentación de azúcares y almidones presentes en frutas, cereales u otras materias primas. Estas bebidas varían ampliamente en sabor, contenido alcohólico y métodos de elaboración, incluyendo desde vinos y cervezas hasta licores destilados. Popularmente consumidas en reuniones sociales y culturales, su impacto en el organismo depende de la cantidad ingerida y la frecuencia de consumo.
El alcohol, una vez ingerido, se absorbe rápidamente a través de la mucosa gastrointestinal. Aproximadamente entre el 20% y el 30% se absorbe en el estómago, mientras que el resto pasa al torrente sanguíneo desde el intestino delgado, especialmente en el duodeno y yeyuno, a través de difusión pasiva. Esta rápida absorción eleva la concentración de alcohol en sangre, alcanzando su nivel máximo entre los 20 y 120 minutos posteriores al consumo. La mayor parte del alcohol (80-95%) se metaboliza en el hígado, mientras que el resto se elimina a través de los pulmones y riñones. Este proceso puede desencadenar diversos efectos en el cuerpo, dependiendo de factores como la cantidad consumida y la tolerancia individual.
Valor nutricional de algunas bebidas alcohólicas
Las bebidas no alcohólicas carecen de las calorías que aporta el alcohol. Su contenido calórico depende fundamentalmente del contenido de azúcares (hidratos de carbono).
Efectos y riesgos para la salud
Sistema nervioso central:
Dificultades para hablar y coordinar movimientos.
Pérdida de inhibiciones, cambios de conducta y posibles episodios de agresividad.
Mareos, confusión y, en casos extremos, coma etílico por consumo excesivo.
Metabolismo energético:
Disminución de los niveles de glucosa en sangre, lo que puede provocar cansancio, mareos, temblores y pérdida de consciencia en consumos elevados.
Sistema gastrointestinal:
Irritación de la mucosa gástrica, que puede causar náuseas y vómitos.
Absorción rápida del alcohol a través del estómago y el intestino delgado, alcanzando niveles elevados en sangre entre los 20 y 120 minutos posteriores al consumo.
Hígado:
Metabolización del 80-95% del alcohol en el hígado, lo que puede sobrecargar este órgano y provocar enfermedades como la cirrosis en consumos prolongados.
Sistema respiratorio:
En casos de intoxicación severa, parálisis de los centros respiratorios cerebrales, lo que puede llevar a la muerte.
Sistema cardiovascular:
Aumentos temporales de la presión arterial y riesgos a largo plazo de enfermedades como hipertensión y cardiopatías.
Sistema inmune:
Debilitamiento del sistema inmunológico, lo que aumenta la vulnerabilidad a infecciones.
Efectos a largo plazo:
Daños cerebrales, problemas cognitivos y trastornos como la dependencia del alcohol (alcoholismo).
Riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como cáncer de hígado, estómago o esófago.
Moderación en el consumo de bebidas alcohólicas
En España, el consumo moderado de alcohol se define como un límite de bajo riesgo para la salud. Se recomienda que los hombres no superen los 20-30 gramos de alcohol al día (aproximadamente 2 copas de vino o cervezas estándar), mientras que para las mujeres el límite es de 10-20 gramos al día (1 copas). Además, se aconseja evitar el consumo diario y reservarlo para ocasiones especiales, dejando días libres de alcohol para reducir riesgos.
Es importante recordar que, aunque estas pautas se consideran de bajo riesgo, el mensaje principal es que «cuanto menos, mejor«, ya que no existe un nivel completamente seguro de consumo de alcohol.
Saber más
El consumo excesivo de alcohol es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial. Actualmente, se ha identificado que su impacto en la salud no solo se debe al daño directo a los tejidos causado por el alcohol y sus metabolitos, sino también a su influencia en la microbioma intestinal. El alcohol altera el entorno intestinal y modula la composición de la microbiota, contribuyendo al desarrollo de enfermedades asociadas al consumo de alcohol.
Cambios en la micobiota intestinal (conjunto de hongos que habitan en el intestino humano y forman parte del ecosistema microbiano que coexiste en nuestro aparato digestivo), especialmente debido a hongos como Saccharomyces cerevisiae y otras especies presentes en las bebidas fermentadas, puede contribuir a aumentar el riesgo de enfermedades inducidas por el alcohol. Condiciones como el síndrome de la cervecería interna, donde el propio organismo produce etanol de forma endógena, pueden derivar en enfermedades como el hígado graso no alcohólico. Por otra parte, la microbiota intestinal afecta el funcionamiento del cerebro, alterando neurotransmisores como el ácido gamma-aminobutírico, la serotonina y la dopamina, lo que puede causar cambios en el comportamiento, la memoria, el sueño y trastornos como la depresión (Lee & Lee, 2021).
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Original de Dra. Dª. Ana María Roca Ruiz. Médica y Odontóloga – Máster en Nutrición Puleva Salud
Actualizado y revisado por Dra. Jennifer Bernal-Rivas. Nutricionista-Dietista, Máster en Nutrición Humana y Doctora en Ciencias. Fundación Iberoamericana de Nutrición-FINUT. Marzo, 2025.
Referencias
Lee, E., & Lee, J. E. (2021). Impact of drinking alcohol on gut microbiota: Recent perspectives on ethanol and alcoholic beverage. Current opinion in food science, 37, 91-97.
Pagina web PULEVA. Bebidas alcohólicas